LAS DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA: EL SOBREENTRENAMIENTO
Hoy os voy a hablar de una cuestión un tanto espinosa, diría que hasta muy fea para muchos corredores. Es aquella nube negra que de vez en cuando planea sobre nuestras cabezas y que nos causa mucha contrariedad: el tan temido SOBREENTRENAMIENTO.
Y es que: ¿hasta qué punto entrenar demasiado puede ser malo y afectarnos de manera negativa? Y cuando llega la tormenta, nos preguntamos ¿por qué ahora, si estoy entrenando más y mejor, pero cada vez con peores sensaciones? Raro y contradictorio, ¿verdad?
En posts anteriores ya hemos comentado que tan importante es la rutina del entrenamiento como respetar los días de descanso. El equilibrio perfecto entre un cuerpo descansado y una cantidad adecuada de entreno es la clave y nos permitirá rendir como esperamos.
Por muchos Kms que hagamos, por mucha calidad que queramos acumular, el cuerpo tiene unos límites que JAMÁS se deben sobrepasar. El cuerpo tiene que asimilar correctamente todo lo que hacemos y el secreto está en seguir los tempos que nos marca.
Un ejemplo sencillo pero muy ilustrativo: tengo un tarro donde guardo mis galletas favoritas y está lleno, hasta los topes. ¿Podría meter más galletas? Claro que sí!! Estrujándolas hasta convertirlas en polvo de galleta.
Tu cuerpo es una de esas “galletas» que metemos en el tarro; si no encontramos el equilibro que nuestro cuerpo necesita, acabaremos siendo «polvo de galleta», sin fuerzas para seguir.
Pero, ¿cómo me doy cuenta que estoy sobrepasado? Aunque debería ser sencillo detectarlo, a los corredores nos cuesta aceptarlo. Y es que a menudo el sobreentrenamiento aparece justo cuando pensamos que estamos “en nuestro mejor momento”, cuando creemos que aún podemos entrenar más y más. Nos parece que estamos en la cresta de la ola, y entonces… ¡pam¡ De un día para otro, los resultados ya no salen.
Aparece esa sensación de cansancio constante, de no poder más; notamos dolores aquí y allá, hasta el punto de sentir que estamos dándolo todo y resulta que estamos marcando ritmos suaves.
¿Qué hacer? Fácil respuesta, aunque complicada de gestionar para muchos: DESCANSAR todo lo que pida nuestro cuerpo. Hay que bajar el ritmo, la frecuencia de nuestras sesiones.
Es cuando nuestra mente tiene que ser fuerte y tomar las riendas de la situación: no somos profesionales, salimos a correr para disfrutar, para sentirnos bien, para desconectar.
Todos tenemos una vida, trabajo y familia…. El día a día continúa! Simplemente escucha tu cuerpo, es una máquina casi perfecta y hay que estar atento a los avisos que nos lanza.
Una vez alguien dijo: “nuestra mente tiene un precio que a menudo, nuestro cuerpo no puede pagar”… Y de eso va la cosa.
Seguimos!!